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Por qué Cristina puede ir presa

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Es inevitable, irreversible, imparable. Lo que viene es imposible de detener: en los meses que vienen, Cristina Kirchner y muchos de sus funcionarios tendrán que recorrer tribunales por doquier.

Lo que les espera son puros problemas judiciales y, por qué no decirlo, una fuerte condena social.

Cuando empiecen a develarse algunos desaguisados que aún persisten ocultos y que se suman a los que supieron ver la luz, la bronca ciudadana se multiplicará exponencialmente.

Parte de lo que se destapará tiene que ver con el patrimonio de los Kirchner, que es muy superior a lo que se cree.

Por caso, si avanza una incipiente denuncia de Margarita Stolbizer, que hoy reposa en el despacho del juez Sergio Torres, Cristina y su hijo Máximo estarán en graves problemas.

Allí, queda de manifiesto que la flamante expresidenta y su vástago falsearon sus declaraciones juradas —ya abultadas, por cierto— entre los años 2007 y 2013 para mostrar que obtuvieron ingresos inferiores a los que realmente acopiaron.

Según revela al respecto la colega Emilia Delfino, si se analiza bajo lupa esos documentos se descubrirá que el patrimonio del hijo de los Kirchner creció más de 53.000%. Obviamente, se trata de dinero derivado de la corrupción de los últimos 12 años.

En ese contexto, la mala noticia para Cristina —y Máximo, eventualmente— es que el fiscal Carlos Rívolo se encuentra decidido a llevar la indagación hasta las últimas consecuencias. Por ello, analiza en las próximas horas imputar a la exmandataria.

Si a este expediente se suman las revelaciones del caso Hotesur, puede decirse que Cristina tiene su futuro complicado a nivel judicial. Más todavía si se tiene en cuenta que hay sendas autoridades de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) que, ante el cambio de signo político, están dispuestas a revelar los secretos del falso título de abogada que ostenta la expresidenta.

Uno de ellos ocupa hoy un cargo académico de relevancia en la amplia oficina que ocupa en la Presidencia de esa casa de estudios, ubicada en Avenida 7 nº 776 de esa ciudad. Es la misma persona que aportó a este periodista el documento adulterado de inscripción de Cristina a la UNLP.

No obstante las complicaciones que arreciarán a la exjefa de Estado, otros funcionarios del kirchnerismo también tendrán severos problemas judiciales. Dos de ellos están cantados: Amado Boudou y Aníbal Fernández.

Baste mencionar que el exvicepresidente ni siquiera puede salir del país, por su implicancia en el caso Ciccone. A ello debe sumarse la “sorpresa” que le depara el juez Ariel Lijo en el marco de la denuncia que inició este periodista en su contra por enriquecimiento ilícito.

En el caso de Aníbal, su destino es menos auspicioso aún: lo espera una condena segura por parte de la jueza María Romilda Servini de Cubría por su responsabilidad en el triple crimen de General Rodríguez en el año 2008.

A su vez, tendrá que dar explicaciones por sus vínculos con el tráfico de drogas en los últimos 10 años. Desde el caso Southern Winds, pasando por el contrabando de efedrina, sus huellas aparecen por doquier.

En pos de sus pocas definiciones, Mauricio Macri aseguró esta semana, en el contexto de su asunción como presidente de la Nación, que dará total libertad de acción a los jueces Federales —no habrá magistrados “macristas”, aseveró— enviando un mensaje por elevación al kirchnerismo para que no intente buscar impunidad judicial a través de la política. Ciertamente, se trata del peor de los mundos para Cristina y su séquito.

Como puede verse, el destino del otrora kirchnerismo no es de grandeza sino de purga en prisión.

Y es así como debe ser, es parte de la lógica más pura. Ya lo dijo con meridiana claridad Sófocles: “Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo”.


Lanata, la grieta y el caso Nisman como espejo de la intolerancia

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El domingo por la noche, decidí hacer un experimento. En realidad, suena grandilocuente llamarlo así, fue una pequeña prueba referida a la tolerancia-intolerancia de la sociedad respecto de los temas en los cuales uno no opina como el “consenso”.

Lo único que hice fue lanzar un tuit mientras transcurría el programa de Jorge Lanata, manifestando que estaba decepcionado por lo que allí se mostraba. Aseguraba yo que no existía nada nuevo en el informe que mostraba el conductor de Periodismo Para Todos sobre el caso Nisman.

Ciertamente, sí había todo un hallazgo, ya que se mostró por primera vez el video de la inspección del departamento del fiscal especial del caso AMIA, fallecido el pasado 18 de enero. Fue lo único, ya que lo demás fueron comentarios aventurados por parte de Lanata que en el fondo jamás sustentó: por caso, dijo que César Milani estaba detrás de la muerte de Nisman y dijo que el informático Diego Lagomarsino era una suerte de agente de inteligencia del Ejército infiltrado en su entorno.¿El sustento de esos dichos? Bien, gracias.

En ese contexto, lancé mi polémico tuit: “Pésimo el regreso de Lanata. El informe sobre Nisman afirma cosas que ya fueron refutadas. Qué pena”, sostuve en la red social.

De inmediato, me llovieron cientos —no exagero, cientos— de mensajes en Twitter que me insultaron de todas formas y colores. Descarto los que fueron respetuosos —los menos— y aquellos que coincidieron con mi apreciación negativa.

Los demás fueron solo insultos desproporcionados e injustificados, que llegaron incluso a las amenazas personales. Es bien cierto que esperaba algún tipo de reacción en ese sentido, pero no a semejante nivel. ¿Dónde quedó la libertad de opinión? ¿Por qué no se puede respetar al que piensa distinto, de un lado o del otro?

La grieta persiste, está claro, y pasará mucho tiempo antes de que empiecen a desdibujarse sus límites. Es lo que ha logrado el kirchnerismo y, en menor medida, grupos como el poderoso Clarín.

Ya no importa la verdad, sino los posicionamientos políticos —partidarios o no— que surjan a partir de lo que cuentan los medios. Ya no interesa que un funcionario sea corrupto o no, sino a qué fuerza política pertenece, ya sea para defenderlo o para defenestrarlo.

Es exactamente lo mismo que ocurre con el caso Nisman: pase lo que pase, en el imaginario social quedará siempre la idea de que el kirchnerismo mandó a matarlo. Decir lo contrario, o sugerirlo, es todo un sacrilegio.

Está claro que la justicia no actuó a la altura de las circunstancias, incluso que el gobierno se comportó de manera canalla al ensuciar la figura del fiscal ya muerto —yo mismo presenté una denuncia penal contra la presidenta de la Nación por obstruir el expediente—; sin embargo, ello no es prueba de que existiera un plan para cometer semejante crimen.

¿No sería absurdo que Cristina Kirchner decidiera liquidar a quien unas horas más tarde iba a denunciarla? Era el peor de los mundos para ella. Basta ver lo que hoy ocurre para comprobarlo.

Aclaro, como lo hice un millón de veces, que no descarto la posibilidad de que Nisman haya sido asesinado. No obstante, hasta ahora no existe una sola prueba científica que lo refrende. Todo lo contrario.

Especialistas de la talla del criminalista Raúl Torre y el médico forense Mariano Castex, son concluyentes en ese sentido. “No hay ningún elemento que sustente la hipótesis del homicidio, al menos por ahora todo conduce a que Nisman se suicidó”, dijo hoy Torre, alguien a quien jamás podría cuestionarse como profesional.

Hay muchos ejemplos más que podrían mencionarse, pero citaré solamente lo que publicó el periodista de Clarín Gerardo Young en su excelente libro “Código Stiuso”.

Allí, el colega —a quien no puede tildarse de “oficialista”— al final de su voluminosa obra llega a la misma conclusión: que el fiscal especial del caso AMIA no fue asesinado:

¿Por qué no matarlo (a Nisman) en la calle o de una manera más simple, en vez de simular un suicidio con todas las características de un suicidio, con las dificultades que eso supone?

(…) Otra frase de Conan Doyle: “La opción más simple suele ser la mejor opción”. Y la opción más simple no es el asesinato.

(…) Por qué no pensar que Nisman, en algún momento, ante tanta presión, ante el remolino de furia que lo esperaba, ante semejante escarnio público, en algún momento no sintió que finalmente era apenas una pieza menor de un juego gigantesco que no era el suyo. Porque Nisman era eso, una pieza menor de un gigantesco juego de otros.

No es mi intención discutir sobre la muerte de Nisman; a esta altura, tengo claras mis propias apreciaciones.

Solo me interesa avanzar para poder terminar, de una buena vez y por todas, con la maldita grieta, esa que no nos deja progresar como ciudadanos de una verdadera república.

No es poco. 

Verbitsky, un “operador” que se nutre del espionaje y la AFIP

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Acostumbrado a la chicana más soez, a la crítica infundada e incluso a las operaciones de prensa más penosas que pueda uno imaginar —baste recordar la que llevó adelante contra Francisco De Narváez en 2009—, Verbitsky se ha convertido en el escudo del kirchnerismo en los últimos años.

A través de su implacable pluma en el oficioso diario Página/12, siempre sazonada con aportes que le hacen los oscuros servicios de Inteligencia y la cuestionada AFIP del otrora poderoso Ricardo Echegaray, el “escriba” del poder supo erosionar la credibilidad de los enemigos del “modelo”. Ciertamente, aquellos que a Cristina y Néstor sabían estorbar.

Bastaba un dato, un mero rumor, un chimento, Y allí salía Verbitsky a destrozar a diestra y siniestra. Como hizo con el papa Francisco a través de un dato que luego fue desmentido por sus propios protagonistas… eso sí, cuando Cristina se amigó con el sumo pontífice, las notas contra Bergoglio desaparecieron de Página/12 y el “escriba” debió explicar lo que inexplicable.

Lo curioso, en ese contexto, es el silencio de Verbitsky respecto de personajes sobre los cuales abunda la evidencia en hechos de corrupción, tales como Amado Boudou, Aníbal Fernández y otros tantos impresentables. La mirada tuerta, que le dicen, y no es la de Néstor.

Como sea, parte de los dardos del “escriba” durante este año fueron a parar al corazón del flamante presidente Mauricio Macri, a quien llegó a acusar de pedófilo sin ponerse colorado, solo por acercarse demasiado a una niña en un spot de campaña. La nota en cuestión puede encontrarse en el buscador de Página/12 por si alguno no cree que eso ha ocurrido.

No obstante ese y otros papelones, parece que Verbitsky no se dio por enterado de que Macri es el nuevo presidente y que el kirchnerismo perdió en las últimas elecciones. Es que, a través de su “operativa” columna insiste en martillar al gobierno entrante.

No está mal que ello ocurra, para eso está el periodismo, lo que está mal es la chicana, el infundio, la crítica destructiva e inverosímil… la mentira.

En ese contexto, la noticia este fin de semana fue que Verbitsky no le pegó a Macri en Página/12. En su habitual columna de los domingos en ese diario, esta vez titulada “Los libros y la calle”, el escriba reprodujo el aburrido discurso que ofició sobre la situación en las Américas durante una reunión celebrada en Madrid por la Comisión Internacional contra la pena de muerte, que integra.

Uno de sus tantos curros, claro. Los lujos que solo él puede darse.

Detrás de la fuga de los hermanos Lanatta

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La madrugada de este domingo se vio sorprendida por la fuga de los hermanos Christian y Martín Lanatta de la cárcel de General Alvear, en la provincia de Buenos Aires.

Ambos están condenados a perpetua por el denominado triple crimen de General Rodríguez. Junto con ellos se escapó otro condenado por el caso, Víctor Schillaci.

Supuestamente lograron escapar a las 3 de la mañana vistiendo ropas oscuras utilizadas comúnmente por personal del servicio penitenciario, tras amenazar con un arma de fuego a la guardia.

La gravitación de esta fuga hay que encontrarla en las revelaciones que uno de los fugados hizo al programa Periodismo Para Todos. Allí, Martín Lanatta apuntó directamente contra Aníbal Fernández, al expresar que este había sido el autor intelectual del triple crimen de General Rodríguez, en agosto de 2008.

En ese contexto, el otrora jefe de Gabinete del kirchnerismo asegura que la fuga de los hermanos es una recompensa (de la entonces oposición y actual gobierno) por haberlo involucrado en el asesinato de los tres jóvenes vinculados al narcotráfico, y así haber perdido la gobernación de la provincia de Buenos Aires.

Todo bien, pero... ¿a quién le conviene realmente la fuga de los Lanatta?

 

A los Lanatta

Sería la respuesta obvia para una fuga cinematográfica si en este momento estuvieran en algún destino paradisíaco, pero involucra una logística demasiado buena para ser cierta. Veamos:

Los tres internos, alojados en el sector sanidad del penal, primero habrían reducido y maniatado a dos guardias encargados de su custodia. Luego los habrían dejado en uno de los baños del sector.

A partir de ese momento habrían recorrido los distintos pasillos que tiene el penal hasta llegar al exterior donde se apoderaron de un automóvil Fiat 128 Súper Europa, propiedad de un efectivo.

Ya sobre el vehículo recorrieron los casi 200 metros hasta llegar al puesto 1 donde el guardia también fue reducido, amordazado, tomado de rehén. ¿Quién puede creer semejante trama?

Peor aún: el Fiat, con los tres evadidos y el guardia de apellido Dos Santos, se habrían dirigido hasta Villa Belgrano, barrio ubicado a metros de la Unidad. La hora de salida fue las 2:32 horas. Ya en pleno barrio, los tres descendieron del rodado dejando en su interior al guardia.

"A las 2:45 una cámara de seguridad ubicada en el cruce de las avenidas Belgrano y 9 de Julio registraría el paso de una camioneta color negra que a gran velocidad dobla por la prolongación de 9 de Julio rumbo a la ruta nacional 205, distante unos 30 kilómetros. Mientras eso ocurre, el guardia logro pedir ayuda a vecinos que llamaron a Emergencias Policiales. No se descarta que en esa camioneta negra los tres evadidos iban a bordo con rumbo desconocido", según detalló el portal AlvearYa.

 

A Aníbal Fernández

Los hermanos Lanatta siempre fueron fuerza de choque de Aníbal Fernández, comenzaron en los 90 cuando este era intendente de Quilmes. Hicieron muchos trabajos sucios para quien después sería el hombre más poderoso del kirchnerismo, todos ellos involucraron armas y drogas.

Para entender hasta dónde llegó la simbiosis entre Aníbal y los Lanatta, hay que ojear el expediente que impulsó el fiscal Ignacio Bidone en la localidad Mercedes. Allí queda claro que los hermanos fueron parte del operativo que liquidó a balazos a Forza, Ferrón y Bina en agosto de 2008.

Fue el tristemente célebre “triple crimen de General Rodríguez”, pergeñado por Aníbal, quien veía peligrar el negocio que mejor sabe manejar: el narcotráfico.

Luego de que el kirchnerismo dejó el poder, el otrora jefe de Gabinete siempre temió que los Lanatta pudieran terminar de revelar los detalles de ese crimen.

Pocos saben que la jueza María Romilda Servini de Cubría impulsa un expediente que es continuador del triple asesinato de Gral. Rodríguez. Allí se intentan determinar las responsabilidades políticas de ese hecho.

Ergo, si no hay testimonio de los hermanos Lanatta, no hay causa judicial posible.

 

Al kirchnerismo

Alejados los Lanatta de los juzgados, Aníbal puede respirar tranquilo, siempre y cuando ambos no terminen abatidos, ya sea en un enfrentamiento con la Policía o por parte de quien aproveche para cobrarse una cuenta pendiente. 

Lo cierto es que ese escenario resultará muy bien aprovechado por el núcleo duro del kirchnerismo, quien puede aprovechar para esmerilar al nuevo gobierno y evitar que se hable de otro expediente, que complica a Cristina Kirchner: el del lavado de dinero en los aportes de campaña de 2007.

Sea como fuere, y convenga a quien le convenga... lo que ocurrió hoy es realmente grave, y amerita que se aclare lo antes posible.

Al menos, antes de que ambos hermanos aparezcan muertos.

Recibir la amenaza más cobarde

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Este domingo amaneció convulsionado, luego de que escaparan de manera suspicaz los hermanos Christian y Martín Lanatta, condenados por ser autores materiales del triple crimen de General Rodríguez, ocurrido en el año 2008.

Ello generó una catarata de tuits de mi parte, explicando las implicancias —valga la cacofonía— de lo que esto representa para el saliente kirchnerismo, principalmente para el exjefe de Gabinete, Aníbal Fernández, para quienes trabajaban los Lanatta.

Ello provocó que un imbécil, desde el anonimato claro, comenzara a amenazarme. “Cuídate porque yo mismo te voy a pegar un tiro en la nuca muerto de hambre”, sostuvo en un primer mensaje.

Luego, fue más directo: “Cuando estés muerto te voy a mear encima hijo de puta! Te haces el poronga? Vamos a ver ahora sí te la bancás”.

¿Qué debe hacer uno frente a un imbécil como este, que no solo amenaza sino que además lo hace tras el anonimato más cobarde?

Decidí hacer algo básico, casi instintivo: retuiteé sus amenazas. Lo demás llegó por añadidura. Miles de personas salieron a repudiarlo, lo cual obligó al personaje en cuestión a restringir su cuenta de Twitter (@josephbariloche). Luego, directamente debió cerrarla, ante la catarata de insultos que recibió (ver al pie).

Luego de ello, ocurrió lo inesperado: su usuario se convirtió en tendencia en Argentina:

A esa altura, decidí buscarlo, investigar para saber si podía encontrarlo. Me encontré con que trabaja en un boliche llamado Pueblo Límite, de Villa Gesell.

Luego, solo tenía los datos que puso en su propia cuenta de Twitter, donde asegura ser un “referente y líder juvenil “. También jura trabajar en marketing y laburar “en el desorden” que le “sale bien”.

Según pude investigar, se trataría de un joven llamado José Luis Carrizo. Este es su perfil de Linkedin y esta su cuenta de Facebook. Su rostro es el siguiente:

 

Es curioso, porque el amenazador ostenta una incipiente amistad con el concejal riojano Heber Sirerol. Seguramente uno de sus protectores en la política que nos parió el kirchnerismo, del cual se declara adherente Carrizo, claro.

Mañana haré una denuncia penal contra este idiota, no porque tema que pueda hacerme algo, sino porque estoy harto de aquellos que andan por el mundo amenazando con semejante impunidad.

Es hora de decir una sola palabra… ¡Basta!

Lanatta, Aníbal, CFK y el expediente que nadie conoce

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Mientras la sociedad no termina de desayunarse respecto de la evaporación de los hermanos Cristian y Martín Lanatta, nuevos detalles se van conociendo respecto de su “escape” y se suman a la ya refrendada cadena de desconfianza ciudadana.

¿Se escaparon por su cuenta o alguien más los ayudó? ¿Quién está detrás de lo sucedido? ¿Por qué decidieron evaporarse ahora?

Independientemente de las respuestas a esas preguntas, hay un dato que los medios omiten mencionar y que es fundamental para tratar de entender lo sucedido.

Tiene que ver con un expediente judicial que reposa en el despacho de la jueza federal María Romilda Servini de Cubría y que investiga las responsabilidades políticas del triple crimen de General Rodríguez.

Los Lanatta, que cumplían prisión por ser los autores materiales de ese hecho, debían declarar en esta “nueva” causa, que se inició luego de que se conocieran las condenas impulsadas por el fiscal Juan Ignacio Bidone en el juicio que se desarrolló en Mercedes, provincia de Buenos Aires.

Allí, Aníbal Fernández zafó por poco: nadie se animó a decir que él era la persona que todos identificaban como el “Morsa” y que planificó el triple asesinato de 2008.

Sin embargo, en este nuevo expediente, que encuentra al kirchnerismo alejado del poder, aquellos que temían por sus vidas, han decidido revelar toda la verdad: que Fernández mandó a ejecutar a Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina porque temía que le arrebataran el negocio del tráfico de efedrina.

El primero de los arrepentidos pudo verse ante las cámaras de Periodismo para Todos, se trató del mismísimo Martín Lanatta, quien en agosto pasado apuntó directamente contra el exjefe de Gabinete de ministros de la Nación.

Y allí aparece la novedad, lo que pocos saben: el hoy prófugo debía declarar dentro de unos días ante Servini de Cubría.

Lo que pudiera revelar Lanatta va más allá del triple crimen, también roza el manejo del narcotráfico desde la cúpula del poder kirchenrista y hasta los aportes de campaña de Cristina Kirchner del año 2007.

Es que, en la nómina de aportantes, aparecen varios personajes vinculados con el tráfico de estupefacientes. Entre ellos, está Ibar Esteban Pérez Corradi, sindicado por la embajada de Estados Unidos como el nexo entre carteles de droga mexicanos y laboratorios medicinales argentinos.

Se trata de otro de los prófugos del asesinato de Forza, Ferrón y Bina: de hecho, pocos saben que es el nexo clave entre Aníbal Fernández y los ejecutores del triple crimen. Es decir, los dos pares de hermanos, los Lanatta y los Schillaci.

Pero hay más: Pérez Corradi fue socio de Forza, quien a su vez también aportó dinero a la campaña de Cristina a través de su droguería Seacamp.

Si a lo antedicho se suma que Servini de Cubría tiene en su poder un peritaje que demuestra que se lavó dinero en la campaña del Frente para la Victoria de 2007, todo empieza a cerrar.

Se trata de un estudio inobjetable, hecho por los prestigiosos peritos de la Corte Suprema de la Nación.

En el contexto mencionado, comienza a entenderse el temor que circunda a los kirchneristas que abandonaron el poder hace apenas unas semanas, principalmente Aníbal y Cristina.

Una misma jueza tiene en su poder dos expedientes que complican sus deseos de impunidad.

A su vez, como se explicó, ambas causas están conectadas entre sí. Ergo, lo que sigue es solo cuestión de tiempo.

Servini de Cubría, que responde a los intereses del herido peronismo tradicional, ha decidido avanzar de manera implacable. Los elementos para hacerlo, ya los tiene.

Lo único que podría hacer peligrar su estrategia es que desaparezcan los testigos que ha llamado a declarar. Suspicazmente, eso es lo que parece que ha empezado a ocurrir.

Jaime y Schiavi condenados… ¿y Cristina y De Vido?

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Finalmente, se hizo justicia… si es que así puede llamarse el fallo del tribunal que instruyó el juicio oral por la tragedia ferroviaria de Once.

En ese contexto, el Tribunal Oral Federal 2 condenó a Schiavi y Jaime a 8 años y 6 años de prisión, y a 9 años al ex dueño de Trenes de Buenos Aires (TBA) Sergio Claudio Cirigliano por la tragedia de Once, que se produjo el 22 de febrero de 2012 y provocó la muerte de 51 personas, mientras más de 700 resultaron heridas.

Horas antes del fallo, Jaime insistió en lo mismo que viene diciendo hace años: "No siento que tenga responsabilidad sobre el accidente".

Ciertamente, si se lo toma como un hecho lineal y directo, es cierto que Jaime no tiene potestad sobre lo ocurrido en Once, ya que desde el año 2009 estaba despegado del Gobierno nacional.

Sin embargo, lo ocurrido en el contexto de la tragedia de Once es la resultante final de una cadena de desaciertos que comenzaron con su gestión y que tuvieron que ver con un aceitado sistema de corrupción del cual no estuvo desvinculado el propio Néstor Kirchner. Y Cristina, obviamente.

A través de ese mecanismo, el Estado otorgó a las empresas de transporte millonarios subsidios que en un 50% regresaban a los bolsillos de puntuales funcionarios del gobierno nacional. Para lograr escapar al rastreo de los sabuesos, Jaime pergeñó una original picardía: exigía el cobro de los retornos a través pagos en efectivo por parte de las firmas beneficiadas.

No son pocos los funcionarios que recuerdan al ex secretario de Transporte cruzando por Plaza de Mayo hacia casa de Gobierno, portando una valija desvencijada con dinero contante y sonante. Cuando alguien le preguntaba adónde se dirigía, Jaime no dudaba: "Voy a ver a Néstor".

A lo largo de los años, ese subsidio fue creciendo exponencialmente y los retornos lo hicieron en consecuencia.

Baste mencionar que, solo entre 2006 y 2010, esos fondos crecieron en un 146%. A su vez, entre 2003 y 2009, el subsidio por pasajero aumentó en un 483%. ¿Cómo explicar entonces que, a pesar de semejante masa de dinero, los trenes funcionen cómo funcionan? Un dato para agregar más espanto al asunto: entre 2003 y 2010, el Estado le dio a TBA casi 1.925 millones de pesos.

Como se dijo, el problema no tiene que ver con la masa de dinero aportada sistemáticamente a esa empresa —y otras del ramo—, sino con la falta de inversiones, producto de los millonarios “retornos” dinerarios.

Para descubrir esos desvíos, la Justicia solo debe investigar a la firma Favicor SA, división financiera del grupo Plaza-Cirigliano. Esa empresa es la que supo recibir todos los meses los millonarios subsidios en la cuenta Nro. 52001-20, directamente provenientes del Banco de la Nación Argentina. Otro dato escandaloso: la Secretaría de Transporte es la que otorgó todos los permisos para que esto ocurra.

Cabe preguntarse, finalmente: ¿Qué relación hay entre el descripto descontrol y el desinterés que supo ostentar el kirchnerismo ante los diversos informes de la Sindicatura General de la Nación? ¿Cómo explicar la falta de atención a los concluyentes documentos presentados por ese organismo, previendo lo que terminó sucediendo?

Las preguntas siguen acumulándose y, a pesar de las condenas, persisten en no ser respondidas. Es un debate al que gusta escapar a los exfuncionarios de Néstor y Cristina. Presumiblemente porque quedaría comprobado que las culpabilidades no se agotan en Jaime y Schiavi, sino que llegan a lo más alto del poder kirchnerista.

Preguntas sin respuesta sobre los prófugos

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Mientras la policía jura que tiene cercados a los tres prófugos del Triple Crimen, surgen no pocas dudas sobre lo ocurrido en los últimos días. Algunas de ellas:

-¿Cómo hicieron los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci para escapar de un complejo de máxima seguridad como el de General Alvear?

-¿Realmente usaron una pistola de juguete para amenazar a los guardias?

-¿Es verdad que el guardia que los custodiaba no tenía armas porque era testigo de Jehová?

-¿Cómo es que una penitenciaría contrata a alguien que no puede usar pistolas justamente para custodiar una penitenciaría?

-¿Es real que la celda de los prófugos se podía abrir desde adentro?

-¿Por qué no funcionaba la cámara de la prisión de Alvear?

-¿Cómo es que aseguran que pagaron 3 millones de dólares para fugarse, pero debieron pedir plata prestada a un amigo de Florencio Varela — Marcelo Melnyk— para moverse?

-¿Cuál es la lógica de moverse todos juntos, cuando lo usual es separarse luego de fugarse de una cárcel?

-¿Por qué  nunca salieron de Buenos Aires?

-¿Cómo se entiende que los prófugos se alejaran de Alvear y luego se acercaran nuevamente, cuando fueron a la zona de Ranchos?

-¿Cuál fue el sentido del ataque a los policías de Ranchos esta madrugada?

-¿Tan tontos son que dejan toda la evidencia en el lugar, incluidas las armas de fuego?

-¿Tan tarados son que usaron sus celulares sabiendo que los iban a rastrear?

-¿Es cierto que la camioneta en la que se movían apareció en Adrogué? ¿Cómo llegó allí?

-¿Ya confirmó alguno de los policías baleados que se trataba de los prófugos de marras?

-¿Alguien los vio e identificó en Ranchos?

-¿Fue casual que los evadidos se hayan detenido justo donde había una cámara para atacar a los uniformados?

-¿Quién y por qué dijo que había visto a los prófugos en San Juan?

-¿Por qué María Eugenia Vidal no está ahora mismo en todos los medios hablando al respecto? ¿Dónde está?

-¿Alguien se ocupó de verificar cruces telefónicos entre Martín Lanatta y Aníbal Fernández en estos últimos días?  

-¿Es casual que todo se haya desatado el último día del año, siempre propicio para operaciones políticas?

-Finalmente, si los investigadores realmente saben dónde están, ¿por qué siguen rastrillando con más de 700 efectivos?

Por ahora, preguntas sin respuesta.


Prófugos, aportes de campaña y triple crimen

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La cinematográfica triple fuga que se vive en estas horas —poco creíble, por cierto—, amerita insistir en un tópico que tiene estrecha vinculación con esa trama: los aportes de campaña del Frente para la Victoria en 2007.

No casualmente en una entrevista hecha por este cronista, Sebastián Forza comentó que nunca había puesto un solo peso a pesar de aparecer como aportante de Cristina Kirchner.

Lo mismo ocurrió con Gabriel Brito, titular de la firma Global Pharmacy Service S.A., quién no sólo denunció no haber aportado suma alguna, sino que fue más allá y, a través de una serie de mails —que llegaron hasta lo más alto de la Auditoría General de la Nación—, pidió la intervención de la Obra Social Bancaria.

Todo esto ocurrió mucho antes de que el propio Juez Norberto Oyarbide ordenara una serie de detenciones e investigaciones al respecto.

El dato viene a cuenta de que en estos días, merced a la fuga de los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci, solo se habla del triple crimen y ha quedado a un lado ese escandaloso expediente.

En ese contexto, aún hay gente que goza de total impunidad, muchos de ellos dueños de cuevas financieras que aún hoy persisten en funcionar en total ilegalidad.

Por caso, nada ha ocurrido con los socios de Cooperativa Vernet, señalados una y otra vez en ambos expedientes, principalmente el de los aportes.

Tampoco sucedió nada con los integrantes de Maderccoop, Invercoop y un importante empresario “dueño” de la cooperativa Crédito Sur, a quien le encantan los autos de colección, y en cuya oficina ubicada en Sarmiento al 700. Es el mismo que aparece complicado en el expediente que investiga la desaparición del financista Stefanini.

Según se desprende de una declaración del otrora prófugo y hoy próspero empresario farmaceútico Marcelo Abasto, en la antesala de su despacho este mismo empresario tenía importantes tertulias con Sebastián Forza, Martín Magallanes, Walter Maffini e Ibar Esteban Corradi.

Salvo Forza, que terminó muerto, los demás aparecen como financistas de dudosa reputación en el expediente del triple crimen.

Otro de los que zafó hasta ahora de las garras de la justicia es Jacobo Beraja. Tampoco pasó nada con la Cooperativa Farmacéutica Asoprofarma perteneciente al Colegio de Farmacéuticos de General San Martín y la Cooperativa de Crédito Concred. Todos ellos endosaban cheques de Abasto, como se dijo otrora prófugo por el triple crimen.

No es moco de pavo: todos los mencionados aparecen de manera reiterada en el expediente que investiga los aportes de campaña de 2007, donde, según un documento refrendado por el cuerpo de peritos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se lavó dinero.

De esto puede dar fe la escribana Andrea Rey, quien en la antesala del despacho del exsuperintendente de Servicios de Salud, Héctor Capaccioli, le pidió a uno de los aportantes “truchos” que firmara un acta a efectos de “ratificar” su aporte por la fuerza.

Lo raro es el lugar donde se hizo, ya que fue en la mismísima Superintendencia de Salud y no en la sede del Frente para la Victoria.

Hasta Néstor Lorenzo, bautizado por Graciela Ocaña como “el Yabrán de los medicamentos”, admitió que en algún momento Capaccioli le pidió un millón de pesos. Dicen que el empresario farmacéutico respondió ante ese requerimiento: “¡Un millón! ¿De dónde querés que los saque?”. Capaccioli, con total inocencia, le habría respondido: “Néstor, sólo los cheques, no el dinero”.

En ese contexto, no es casual que el mediático abogado Mariano Cuneo Libarona rechazara ser parte de la defensa de un ex hombre fuerte de la Asociación Bancaria.

Otro tema: al lavado de dinero, habría que agregar las compras compulsivas de automóviles en Lonco Hue por parte de los mismos actores, quienes de esta forma —y como no se hacian las transferencias de dichos dominios— podían evadir y lavar dinero, comprar propiedades, pagar deudas, etc.

En definitiva, Forza, Lorenzo, Zanola, Magallanes, Ibar Corradi, Lanatta, Martín De Marco, Maffini, Hendler, Martino, Loiácono y otros de los implicados en la trama, compraban autos, cambiaban cheques, adulteraban medicamentos, exportaban efedrina y aportaban a la campaña 2007, siempre en un círculo muy cerrado.

Siempre los mismos lugares, las mismas cooperativas, los mismos piratas del asfalto y un interés especial para que Cristina Kirchner llegara a la primera magistratura en 2007.

Quienes podrían dar fe de todo esto son Sebastián Forza y Martín Lanatta. Uno murió acribillado en agosto de 2008; el otro se ha evaporado luego de supuestamente fugarse de una cárcel de máxima seguridad. Todo muy conveniente.

Próximo objetivo: Aníbal

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La captura de uno de los prófugos, que tuvo en vilo a todo el país durante casi dos semanas, no es ni remotamente el final de la historia que parece haber empezado hace 13 días en General Alvear.

Es que, luego de la captura de Martín Lanatta, el próximo paso incluye a un verdadero peso pesado, al mismísimo Aníbal Fernández.

No casualmente, los dos grupos de hermanos, los Lanatta y los Schillaci, supieron trabajar durante más de una década para el exjefe de Gabinete del kirchnerismo, haciendo trabajos sucios de diversa índole. Desde robos y aprietes hasta los más crueles asesinatos por encargo.

No hay que olvidar, siquiera por un momento, que todos ellos estaban presos en el penal de Alvear justamente por ser los autores materiales del triple crimen de General Rodríguez, donde perecieron Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. Ello a pedido del propio Aníbal, en sociedad con un narco llamado Ibar Esteban Pérez Corradi, a la sazón prófugo de la justicia.

Durante el juicio que investigó ese hecho y que se sustanció en la localidad de Mercedes, quedó clara la responsabilidad del exjefe de Gabinete. Sin embargo, nadie se animó a decir su nombre por temor a represalias. Por miedo, todos lo mencionaron como el “Morsa”.

Ese recelo se evaporó luego de que el kirchnerismo dejó el poder y ahora todos se animan a señalar a Aníbal por su nombre y apellido, empezando por Martín Lanatta, quien advirtió en Canal 13 que este era responsable del triple crimen y del tráfico de efedrina en la Argentina.

Por eso, poco antes de fugarse, la jueza María Romilda Servini de Cubría había decidido llamarlo a declarar, en el marco de un expediente que es continuación del asesinato de Forza, Ferrón y Bina, con un agregado: el tráfico de efedrina. El dato fue anticipado por este cronista hace más de una semana y hoy lo confirmó el periodista Marcelo Bonelli por canal TN.

En ese contexto, ¿a quién le convenía la fuga de los Lanatta y Schillaci? La respuesta es obvia: el principal beneficiado siempre fue Aníbal. Es donde todos los focos se pondrán a mirar a partir de ahora.

Es la orden que dio María Eugenia Vidal y que acompaña el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo. La gobernadora lo negará en público, pero en privado ha dado las instrucciones del caso para llegar hasta el exjefe de Gabinete y, accesoriamente, hasta el mismísimo Pérez Corradi.

No le será complicado: solo debe buscar la grabación de la entrevista que este periodista le hizo a Forza en mayo del 2008. Allí, el asesinado en General Rodríguez reveló las implicancias de Aníbal en el tráfico de efedrina y admitió que le tenía pánico. “Se que me va a matar”, sostuvo. Y no se equivocó.

La trama revelada por Forza conecta la mafia de los remedios, el tráfico de efedrina y los aportes de campaña de Cristina Kirchner en 2007. De ahí deviene la importancia de lo que se investigue a partir de ahora.

Por lo pronto, Servini de Cubría está dispuesta a llegar hasta las responsabilidades más altas, incluyendo a la propia expresidenta de la Nación.

Está claro que en ese camino judicial, Aníbal no tiene escapatoria: está hasta las manos.

Pérez Corradi, el nexo para llegar a Aníbal

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Lo dije varias veces, y lo repetiré una más: los hermanos Lanatta, Cristian y Martín, pueden abrir las puertas para que Cristina Kirchner termine en prisión.

Es que ambos conocen los detalles de cómo se lavó dinero en la campaña del Frente para la Victoria en el año 2007.

Allí, media docena de jóvenes empresarios, "dueños" de pequeños laboratorios medicinales, pusieron dinero para que Cristina Kirchner lograra capear la campaña para llegar a la presidencia.

En realidad, no pusieron nada, solo fingieron hacerlo: me lo confesaron varios de los involucrados en la trama, dos de ellos de gran relevancia, uno fue el propio Sebastián Forza; el otro, Gabriel Brito, dueño de la firma Global Pharmacy.

En buen romance: uno y otro aparecen en la nómina de aportantes pero no pusieron un solo peso.

Ergo, ¿quién puso el dinero? ¿Por qué se fingió que alguien más lo aportó? ¿Tan impresentables son los verdaderos benefactores del FpV?

Según fuentes de la embajada de Estados Unidos, en la campaña de 2007 el kirchnerismo tuvo aportes genuinos, pero mayormente dinero del chavismo mexicano —valija de Antonini Wilson mediante— y el narcotráfico mexicano.

Es plata que aterrizó en el país merced a la gestión de un viejo amigo y socio de Aníbal Fernández: Ibar Esteban Pérez Corradi, a la sazón uno de los mayores protegidos por Néstor y Cristina a través de Ricardo Echegaray.

La trama es tan pero tan obvia, que los peritos de la Cortes Suprema de la Nación emitieron un dictamen hace unos meses confirmando por escrito que se blanqueó dinero en la campaña de marras.

Los detalles finos, la trama política, la conocen unos pocos: los hermanos Lanatta, Pérez Corradi y el propio Aníbal. Todos ello, a su vez, involucrados no casualmente en el tráfico de efedrina.

Por eso, cobra suma relevancia la fuga que estos protagonizaron, sobre todo en el marco del pedido de ampliación de indagatoria que había refrendado la jueza María Romilda Servini de Cubría a fines de 2015.

Si a esto se suma que los Lanatta purgaban prisión por ser los autores materiales del triple crimen de General Rodríguez, justamente a pedido de Aníbal y Pérez Corradi, todo empieza a cobrar sentido.

No se trata solo de ese hecho, ocurrido en 2008, o de los aportes de campaña, sino de algo más profundo, de una matriz de corrupción y crimen que perduró durante 12 años, bajo la fachada de una supuesta "revolución política".

Forza lo tenía claro y terminó acribillado a balazos. Eso sí, luego de haber aportado —supuestamente— a la campaña de Cristina Kirchner.

Por eso, cuando la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal asegura que va a ir tras la pista de Pérez Corradi —tal cual anticipó este cronista hace dos días—, el mensaje es claro: se va a perseguir a Aníbal hasta las últimas consecuencias.

Como dice aquella vieja canción de Vox Dei, “todo concluye al fin… nada puede escapar”.

Víctor Hugo, la ¿censura? y la hipocresía

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En los últimos días, comenzó a darse una insólita discusión pública respecto a la eventual “censura” contra Víctor Hugo Morales por parte del grupo Prisa, controlador de radio Continental.

Es curioso, porque el “relator del relato” admitió que le ofrecieron una ostentosa indemnización para que deje su puesto en ese lugar: siete millones de pesos.

Cualquiera que conozca la ley de Contrato de Trabajo y el estatuto del periodista sabe que eso borra cualquier vestigio de posible censura.

Por otro lado, Víctor Hugo sabe que tiene infinidad de radios a las que puede dirigirse a efectos de continuar con su histórico programa. Por caso, el propio Luis D’Elía le ofreció incorporarse a AM740: radio Rebelde.

Es curiosa la victimización del “relator del relato”, quien supo callar durante años la verdadera censura que sí sufrieron sus colegas. Su mutismo llega hasta estos días, en los que grupo Veintitrés, comandado por el bribón de Sergio Szpolski, comenzó un lento pero persistente vaciamiento. ¿De eso no habla Víctor Hugo acaso? ¿No le interesa la proclama de los trabajadores de prensa que temen quedarse sin trabajo en estas horas?

Hay mucho más acerca de lo que calla el relator, demasiado. En mayo de 2003, el kirchnerismo llegó al poder y comenzó una elocuente persecución contra periodistas críticos a la gestión, primero de Néstor y, luego de Cristina.

Uno de los casos emblemáticos fue el de Pepe Eliaschev, quien fue echado como un perro de Radio Nacional el último día del año 2005. No fue el único: Lucas Carrasco fue otro de los echados de la misma emisora.

En enero de 2009, fue el turno de Nelson Castro quien fue sacado del aire de AM Del Plata, luego de que la emisora fuera adquirida por un grupo de empresarios afines al gobierno que incluían al propio Szpolski y a la siempre sospechada empresa Electroingeniería.

A fines de 2012, luego de que Cristóbal López se hiciera de C5N y Radio 10, Marcelo Longobardi debió abandonar el programa que venía haciendo durante años y años. Marcos Stupenengo se sumó a los despidos junto con Luis Rosales y Guadalupe Vázquez.

Luego llegaría el turno de Juan Miceli, a fines de agosto de 2013: fue después de que decidiera discutir con referentes de La Cámpora por la TV Pública, donde solía trabajar.

¿Alguien recuerda qué dijo Víctor Hugo frente a todos estos casos? Nadie podría hacerlo, porque el “relator del relato” solo supo callar frente al atropello de entonces.

Ahora, cuando le toca a él, que fue servil a un gobierno que saqueó un país durante toda una década —fueron robados hasta millonarios fondos públicos de la provincia de Santa Cruz— todos deben rasgarse las vestiduras. ¿Por qué? ¿Para que siga sosteniendo su millonario nivel de vida?

Es hipócrita la discusión que se da en estas horas, donde se pretende mostrar a Víctor Hugo como la víctima que no es. Yo no me solidarizo con él. Que conste.

¡Basta de periodismo ladriprogresista!

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Están parados en un pedestal que ellos mismos inventaron, una suerte de atril invisible desde el cual juzgan a los “buenos” y los “malos”. Desde allí, gustan discriminar a aquellos que merecen el infierno de aquellos otros, los que se han ganado el cielo.

No les importa ser buenos periodistas; siquiera ser honestos. Les basta con adherir a pies juntillas con una pseudoproclama progresista que ni a ellos representa.

Si Cristina Kirchner se birló mil millones en fondos públicos de Santa Cruz junto a su marido, está perfecto para ellos. Es la líder del movimiento y todo le está permitido. Ergo, de eso jamás hablarán.

También harán silencio sobre los vínculos de Aníbal Fernández con las drogas y el crimen organizado; o los de Amado Boudou con los negocios del Estado.

¿Cómo podrían señalarlos, si ellos mismos no pueden explicar sus propias fortunas?

Los ladriprogresistas de turno, disfrazados de periodistas aunque no lo son, tienen ostentosas propiedades y autos importados, generalmente logrados gracias a redituables conchabos que les permiten los contratos que logran merced al Estado. Es decir, todos los ciudadanos.

Facturan en todos lados, pero trabajan bastante poco. Su tiempo lo gastan en las redes sociales, elogiándose entre ellos y denostando a quienes intentan hacer un trabajo honesto, estos últimos efectivamente movidos por la pasión y tolerando los magros sueldos que paga el periodismo.

Pocos, poquísimos de esos hombres de prensa tienen los autos que lograron los ladriprogresistas. Siquiera tienen una vivienda propia. Apenas sí llegan a fin de mes.

Sin embargo, los pseudoprogresistas no dudan en señalarlos, desde sus púlpitos de humo, como si fueran los dioses de la ética.

Son estafadores, en realidad. Se adulan entre ellos, "masturbándose" unos a otros, elogiando sus columnas ¿periodísticas? que en realidad no lee nadie.

Son notas que apenas sí superan la mera demagogia, siempre de opinión y tan vacías como ellos; jamás harán una investigación o una denuncia concreta contra nadie.

Lo que hacen es predecible: se desharán en elogios a dictadores de izquierda y harán silencio respecto de sus víctimas, como si la tiranía tuviera ideología. Estúpidos todos ellos.

Abundan en Mendoza, con salarios pagados por el Estado, ya sea desde Casa de Gobierno, el Servicio Penitenciario, el Casino o algún municipio que necesite su silencio cómplice.

Se hacen los sensibles, pero a la hora de cobrar de esos organismos, nunca les pesa la conciencia. Más aún, son casi todos “ñoquis” y el dinero que cobran salen de los impuestos de la sociedad toda: critican por izquierda pero cobran por derecha. Vaya hipocresía.

Son una lacra, el antiperiodismo, la mayoría surgidos al calor de la corrupción kirchnerista. Idiotas útiles finalmente, que usurpan un lugar que no les corresponde.

Alguien tendría que explicarles que el periodismo debe denunciar hechos de corrupción independientemente de quien los cometa. Hacer lo contrario es desconocer su oficio. Mil veces ladrones.

Por eso, es hora de poner las cosas en su lugar, de separar la paja del trigo. Como dijo el gran maestro Ryszard Kapuscinski, para ser buen periodista hay que ser buena persona.

Es otro motivo que explica por qué los ladriprogresistas no son siquiera periodistas.

Aníbal y el regreso de los hackers (parte I)

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Primera aclaración, obvia: fui el único periodista que le ganó, no uno, sino dos juicios penales a Aníbal Fernández, uno que me hizo por vincularlo con el narcotráfico y el otro por responsabilizarlo del triple crimen de General Rodríguez en 2008.

Segunda aclaración: fui el único que logró entrevistar a Sebastián Forza antes de que lo asesinaran. Fue en mayo de 2008. De ese encuentro pueden dar fe, no solo la grabación de la entrevista, oportunamente entregada el fiscal Carlos Stornelli, sino también los testigos del encuentro: su supuesto testaferro Pablo Florentín y su “guardaespaldas” Julio César Pose.

Todo lo antedicho me ha enfrentado, de manera feroz, con el ex jefe de Gabinete, Aníbal, quien me hostigó de toda manera posible y me obligó a venir a vivir a Mendoza… por mi seguridad personal.

Los años fueron pasando y la justicia comprobó todas y cada una de las afirmaciones que hice, no solamente respecto del expediente de los remedios truchos, sino también sobre la ruta de la efedrina y el triple crimen.  En todos aparece complicado Aníbal, por infinidad de elementos.

Lo único que permitió que el ex jefe de Gabinete no terminara complicado fue que el kirchnerismo le dio un paraguas protector muy fuerte.

Sin embargo, ese escudo se terminó el preciso día que Cristina Kirchner dejó el poder. En el mismo acto, dos jueces Federales, María Romilda Servini de Cubría y Ariel Lijo, decidieron reimpulsar sendos expedientes judiciales que lo complican: la ruta de la efedrina y el triple crimen.

Ni lerdo ni perezoso, Aníbal inició una estrategia desesperada, que dio inicio con la triple fuga del 27 de diciembre pasado (incluyó un “acting” en televisión) y sigue ahora a través de las redes sociales. Lo primero le salió mal; lo segundo… también.

Para lograr su estrategia mediática, Aníbal “adornó” a un grupo de profesionales para que asegurasen que él no era la “Morsa” de la cual hablan todos los testigos en el expediente del triple crimen.

Parte de ese teatro, pudo verse a principios de enero en el canal de Cristóbal López C5N, donde un grupo de abogados de baja estofa aseguró que el agente de la ex SIDE Julio Pose era en realidad la persona que aparece con ese mote en la Justicia.

Una digresión: lamentablemente para Aníbal, el fiscal Germán Pollicita tiene nueve pistas que conducen hacia él y sus vínculos, no solo con la ruta de la efedrina, sino también con los asesinatos de Forza, Ferrón y Bina.

Dicho esto, prosigo: el ex jefe de Gabinete contrató a un grupo de tuiteros de dudosa reputación para que hicieran lo propio. Es decir, para que impulsaran la loca teoría de que él no es la “morsa”, sino alguien más. Al mismo tiempo, los instruyó para que desprestigiaran de alguna manera a quienes habíamos logrado poner a Aníbal bajo la incómoda luz de los cuestionamientos.  

De pronto, empezó la locura: cuatro tuiteros crearon varias veintenas de cuentas “truchas” y empezaron un diálogo de sordos entre ellos mismos. Al mismo tiempo, empezaron a atacar a colegas de la talla de Jorge Lanata, Nicolás Wiñazki, de Clarín, y otros.

Los inventos fueron de lo más insólitos: a mí, en lo personal, me acusaron de ser “maricón”, de “gordo” y de tener un hijo adicto. No es chiste, los tuits pueden verse aún en la web.

Luego, ante mi desinterés por esos ataques, me acusaron de secuestro de menores —tampoco es broma— y de haber sido pagado por Gabriel Brito implicado en su momento en la mafia de los remedios y luego sobreseído, para salpicar a Aníbal (Aún me pregunto en qué lo beneficiaría a Brito esta situación).

Para darle algún tipo de credibilidad a esa infamia, crearon una conversación privada en Photoshop que, de tan obvia, es ridícula.  

Lo que no previeron los imbéciles que iniciaron la movida —más adelante aporto sus nombres— es que mis notas contra Aníbal empezaron en 2004—algo de fácil comprobación—  y a Brito lo conocí recién cinco años más tarde, en 2009, algo también fácil de verificar. De hecho, uno de los implicados en esta trama, Faracovi, tiene más conversaciones con Brito que yo. Allí le confiesa su cercanía con la “narco morsa” y hasta le dice: “Fui yo quien le proporcionó a Aníbal todos los vídeos del juicio del triple crimen”.

Volviendo al tema: aún si fuera real la conversación que publicaron en Twitter, se trataría de una cuestión privada, y la intrusión y divulgación de la misma es un delito tipificado en el Código Penal. Algo que bien conoce uno de los protagonistas de esta historia, justamente por haber estado preso a causa de hackear correos electrónicos y comercializar su contenido.

En tren de difamar, han dicho cualquier cosa: que no tengo título de periodista, que nunca le gané ninguna querella a Aníbal Fernández, que me abandonó mi abogado. Casi una discusión de jardín de infantes, que denota la ignorancia de los muchachos en cuestión. Aún así aclararé a mis seguidores, que no son pocos:

1-De acuerdo al estatuto del periodista, Ley 12.908, no hace falta título alguno para ejercer como tal. De hecho, no es una profesión sino un oficio (artículo segundo de la ley, por las dudas). No obstante, trabajo hace más de 20 años como periodista, he sido docente en tres materias de la carrera y escribí siete libros de investigación, tres de los cuales fueron “best seller”.

Por si fuera poco, tengo carnet profesional para ejercer como hombre de prensa, otorgado por el Ministerio de Trabajo de la Nación (¿Lo tendrá alguno de los que me atacan?):

2-Mi abogado es Alejandro Sánchez Kalbermatten, y sigue siéndolo en varios expedientes (hablé hace minutos con él). Hasta que no renuncie a ellos, seguirá siéndolo.

Por caso, uno de los implicados en esta nueva trama —IVG— lo contactó en privado para intentar que me abandonara, pero solo encontró rechazo. Un papelón.

Dicho sea de paso, ¿cuál sería el delito de que mi abogado me dejara?

3-Los documentos que prueban que le gané los dos juicios a Aníbal son los siguientes y pueden corroborarse tranquilamente en sede judicial:

 

Inentendible…

Es curioso, porque ninguna de las acusaciones que me hacen son delitos, ni civiles ni penales, son puras injurias.

Pedí públicamente a los que me hostigan que muestren un solo expediente judicial que me complique. Nadie pudo hacerlo. No solo no tengo problemas con la Justicia —salvo las querellas que me hacen los funcionarios y que siempre termino ganando—, sino que tampoco tengo multas ni nada que se le parezca.

Vivo de mi trabajo como periodista, alquilo con dificultad un departamento y tengo un Fiat 600 modelo 77. A su vez, me jacto de mi independencia y de no haber trabajado jamás para el Estado. ¿Pueden decir lo mismo aquellos que me acusan? Para nada. A saber:

-El primero de los acusadores se llama Ezequiel Faracovi, especialista en estafas a través de agencias de viaje. La primera, a mediados de 2013 cuando complicó a un grupo de quinceañeras que querían viajar a Disney.

La segunda —y tercera, podría decirse—  fue el año pasado cuando dejó un tendal de damnificados de Pehuajó y Bolivar a través de una nueva agencia (trucha). Aún los padres recuerdan a Faracovi en estado catatónico repitiendo incesantemente “las nenas van a viajar; las nenas van a viajar”.

Es curioso, porque Faracovi, que me acusa de negociar con Brito sobre la base de un chat falso, le ofreció a este último una serie de “favores” a efectos de aliviar la condición de la “narco morsa”.

En un largo chat, que Brito jamás desmentirá y que puede corroborarse fácilmente, Faracovi confiesa: “Yo lo quiero mucho a Aníbal y lo defiendo”. También admite: “Con 26 años no llegue a donde llegue por boludo (sic)”.

Todo un megalómano… y un mitómano. Llegó a decir que María Eugenia Vidal aumentó la recompensa por los fugados del triple crimen por un pedido de él. Así, como suena.

-El segundo, es Cristian Javier Minzer, quien sí tiene denuncias penales por maltrato a su ex mujer. Un hombre complicado por los estupefacientes, lo cual le ha traído graves problemas laborales. En estas horas, a pesar de las denuncias que acumula, trabaja en la Dirección del Niño en la Ciudad de Buenos Aires.

Oportunamente, le hice cerrar su cuenta de Twitter, luego de que me atacara con epítetos que fácilmente le valdrían una sanción al en el INADI.

Tiempo después sacó una nueva cuenta, ya sin su nombre. Nada mejor que el anonimato, claro. Desde allí opera, atacando a los periodistas honestos y defendiendo a Aníbal Fernández, quien lo tiene a sueldo.

3-Luego, aparece todo un personaje: Iván Germán Velázquez, célebre por haber purgado prisión en Uruguay, luego de que lo pescaran vendiendo información robada del correo electrónico de famosos. A ese expediente se le suman otros, un par de ellos por amenazas. Un verdadero criminal. No hace falta que me crean, solo busquen sus antecedentes penales.

Velázquez (que en Twitter se hacía llamar Mao Perón y ahora Aníbal Gordon) es el encargado de la operación más insólita: decir que la “Morsa” es Alberto Fernández… o Alejandro Granados. Cualquiera le viene bien, mientras Aníbal pague, como hizo en su momento cuando hackeaba mails para este y quedó demostrado judicialmente.

Aunque hoy asegura que es inocente, en una de las entrevistas que le hice, Velázquez me confesó que sí había hecho lo que se le endilgaba; esto es, robar mails y venderlos al mejor postor.

En esos días, era una de mis tantas fuentes de información oficiales. Parecía valioso y todo, hasta que un día me hizo una trapisonda imperdonable y no le creí más: me quiso hacer publicar mails truchos de la periodista Nora Veiras, de diario Página/12.

Los había armado él mismo, y allí aparecían conversaciones inverosímiles entre la colega y el ex espía Antonio Stiuso. Era una operación para golpear a este último que nunca funcionó.

Lo interesante del caso es que Velázquez siempre utilizaba un mail al que consideraba seguro para hacer sus movidas: ivanvelazquez@hushmail.com. Tengo infinidad de correos que me envió para demostrarlo.

Pero el punto es otro: desde esa misma cuenta de correo surgieron las amenazas de muerte contra Nisman, poco antes de que apareciera sin vida, como puede verse en el siguiente documento:

Hay otros mails similares, que reposan en el juzgado del magistrado federal Luis Rodríguez—algunos aportados por mí—, con un dato inquietante para Velázquez: se comprobó que los correos fueron enviados desde Uruguay, el mismo lugar desde donde se encuentra prófugo de la Justicia desde hace años.

4-El último personaje de la trama es uno de los más peligrosos, por su inestabilidad emocional y psíquica: se trata de Clarisa Ercolano, disfrazada de periodista pero con fuertes nexos con los servicios de Inteligencia vernáculos. Por ese motivo, fue echada de todos los medios en los que supo trabajar, el último MDZ On Line de Mendoza, donde se fue en medio de un escándalo que contaré más adelante, con la documentación pertinente.

Es la “novia” del ya mencionado Minzer y lo más cercano al periodismo que ha hecho es un libro —pagado y operado— para despegar a Mauricio Macri de la causa de las escuchas ilegales.

Hoy está al frente de un portal que se dedica a las operaciones de prensa más asombrosas que uno pueda imaginar, dos de ellas obvias: blanquear al bribón de Velázquez; la otra, despegar a Aníbal de la causa de la efedrina y el triple crimen, donde le espera segura prisión antes de junio, como aseguran en ámbitos judiciales.

 

Colofón

¿Qué agregar? Estamos por un lado aquellos que luchamos contra el narcotráfico y desnudamos a tipos con Aníbal Fernández, con todo lo que implica, incluido el peligro.

Luego, están estos tipos, que se han alineado con el “narco morsa” sin dejar lugar a dudas. Quiero decir, no lo hacen solapadamente, sino abiertamente. Lo hacen por dinero, desde ya, de eso viven.

Prefieren estar a las órdenes narcotráfico, que mata jóvenes y no tan jóvenes cada día y destroza familias, que hacer las cosas bien.

Optan por atacar, no a quien ha robado del Estado durante años y metió el crimen organizado al país, sino a quien vive de un sueldo privado, sin chupar la teta estatal, y solo se dedica a hacer un trabajo honesto. Está clara la situación, ¿no?

No me interesan sus embestidas, de hecho los he bloqueado a todos y no se qué dicen, solo me preocupa la acción de Aníbal, un tipo más peligroso de lo que parece.

Todos estos idiotas útiles, a quienes perseguiré uno a uno incluso en la justicia, no merecen atención de nadie. Sus tuits no tienen retuits de nadie, solo de sus propias cuentas fakes. Nadie les responde, y los pocos que lo hacen es para cuestionarlos.

Yo tengo toda una carrera profesional, con varios libros de investigación publicados en los últimos 20 años y el orgullo de ser uno de los periodistas más citados en libros sobre crimen y narcotráfico.

Como dije, no tengo una sola causa judicial que me complique, mientras que algunos de ellos han estado incluso en prisión (con detalles escabrosos que revelaré en el futuro). ¿Cómo pueden señalarme, pues?

Hay una cuestión que cae de madura: si mis acusaciones contra Aníbal fueran falsas, hubiera perdido los dos juicios penales que me hizo, como les ocurrió a todos los periodistas que este querelló. Ello no ocurrió, ergo… nadie puede desmentirme.

Respecto del mote de "Morsa", baste ver qué dicen en las redes sociales aquellos que votaron en la encuesta que hice ayer:

Antes de terminar esta nota, tengo un último cuestionamiento para con Macri, quien aún hoy no ha podido explicar por qué tiene a un tipo del riñón de Aníbal y con severas denuncias penales trabajando en el Consejo del Niño. Se trata de Cristian Minzer, con CUIT 20-21957166-7 y ficha 431.646.

No hay mucho más que decir: mientras termino de escribir estas líneas, Elisa Carrió termina de dar una conferencia de prensa explicando los detalles de una denuncia que hizo contra Aníbal por haber mandado a matar a Forza, Ferrón y Bina en 2008.

El escrito cayó en el juzgado de Ariel Lijo, quien ya venía investigando a la “narco morsa” por una cuestión similar. Es lo único que precisaba el juez para terminar de avanzar contra Aníbal.

Si algo de todo lo que digo en esta nota es falso, espero las querellas correspondientes. Veremos si alguien se atreve... (Continuará). 

Aníbal y el regreso de los hackers (parte II)

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Hace un par de semanas, publiqué la primera parte de una investigación que reveló la oscura estrategia de Aníbal Fernández para despegarse de las causas judiciales que lo jaquean: por un lado, el triple crimen de General Rodríguez; por el otro, la ruta de la efedrina.

A esos efectos, contrató a un grupo de “operadores” de baja gravitación, para que erosionaran la credibilidad de aquellos que complicamos al exjefe de Gabinete.  No solo han dicho barbaridades sobre mi persona, sino también sobre colegas como Jorge Lanata y Nicolás Wiñazki.

También los enroló a efectos de que instalen la idea de que él no es el famoso “Morsa” que aparece mencionado por doquier en ambos expedientes.

Lamentablemente para Aníbal, la treta no funcionó. No solo lo dejé expuesto junto a sus “sicarios” mediáticos, sino que además terminaron todos denunciados por amenazas en la justicia penal.

Lo que pasó entonces fue surrealista: los cuatro esbirros de Aníbal prometieron que me vendrían a buscar para cobrar venganza y hasta juraron que me harían una presentación por calumnias e injurias por lo que yo había publicado. Ni una cosa ni la otra ocurrieron finalmente. Truchos hasta en eso.

Dicho sea de paso, a uno de los bribones, Minzer, le hice cerrar su cuenta de Twitter.Es la segunda vez que lo hago, pero no escarmienta.

Como sea, en esta nota, y las siguientes, voy a explicar quién es quién, uno por uno. Para dejar en claro hasta dónde puede llegar Aníbal a la hora de despegarse de las acusaciones en su contra y embestir contra quienes lo hemos expuesto oportunamente.

 

El amigo de Aníbal

El caso de Ezequiel Faracovi, es tan sorprendente como patético. Su defensa a Aníbal Fernández es de un esfuerzo sobrehumano… siempre a sueldo, claro.

Lo curioso es que le gusta sostener que no tiene nada que ver con el exjefe de Gabinete y que no lo defiende. Para refutarlo, no hace falta ninguna maniobra extraña: basta mirar su cuenta de Twitter.

Aparte de su irrestricta defensa a uno de los mayores narcotraficantes que tuvo la Argentina, Faracovi tiene toda una colección de fotos con la “narcomorsa”. A continuación, algunas de ellas:

 

 

 Por si no bastara todo lo ya mencionado, basta repasar un chat que Faracovi tuvo el 31 de diciembre de 2015 con Gabriel Brito, salpicado y luego sobreseído en el expediente de la mafia de los medicamentos.

Allí, en una extensa conversación, que ninguno de los protagonistas pueden refutar, Faracovi confiesa: “Yo lo quiero mucho a Aníbal y lo defiendo”. También admite: “Con 26 años no llegue a donde llegue por boludo (sic)”.

En el mismo chat, Brito le pregunta al “amigo” de la narcomorsa si opera para este. Su respuesta es hilarante: “Jaja confía en mi”, le dice… eso sí, sin negar la versión.

Insiste Brito más adelante: “En definitiva, operás para Aníbal”. Faracovi no deja de sorprender: “Lo dejo a tu criterio.....”.

Luego, aparece todo un hallazgo en la conversación, en la cual me mencionan. “¿Sabes vos quién es Sanz?”, pregunta Brito.

Faracovi admite: “No, solo lo conozco que lo querelló Aníbal a él en dos oportunidades, y Aníbal perdió las dos querellas jaja”.

Lo curioso es que, a través de su cuenta de Twitter, este último se cansó de decir que el exjefe de Gabinete me había ganado uno de los juicios que me había iniciado, tratándome de mentiroso.

 

Estafador de menores

Como dije, Faracovi es todo un caso. Como ya expliqué es todo un especialista en estafas a través de agencias de viaje. La primera fue a mediados de 2013 cuando complicó a un grupo de quinceañeras que querían viajar a Disney.

La segunda —y tercera, podría decirse—  fue el año pasado cuando dejó un tendal de damnificados de Pehuajó y Bolivar a través de una nueva agencia (trucha). Aún los padres recuerdan a Faracovi en estado catatónico repitiendo incesantemente “las nenas van a viajar; las nenas van a viajar”.

Como dije, se trata de un personaje pocas veces visto. Metido en escándalos impensados, como la muerte de Ricardo Fort. ¿No me creen? Vean por ustedes mismos:

 

En fin, este verdadero personaje, cuya reputación puede verse con la simple búsqueda a través de su CUIT —20-34382931-1—, es una de las espadas de Aníbal Fernández. Uno de sus principales defensores.

En sucesivas notas, contaré cuáles son las otras espadas del exjefe de Gabinete. Iguales o peores que el ya entrañable Faracovi. 


Anticipo de explosivo libro sobre Aníbal Fernández

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Lo dije varias veces, y lo repetiré una más: los hermanos Lanatta, Cristian y Martín, pueden abrir las puertas para que Cristina Kirchner termine en prisión.

Es que ambos conocen los detalles de cómo se lavó dinero en la campaña del Frente para la Victoria en el año 2007.

Allí, media docena de jóvenes empresarios, "dueños" de pequeños laboratorios medicinales, pusieron dinero para que Cristina Kirchner lograra zanjar el camino para llegar a la presidencia.

En realidad, no pusieron nada, solo fingieron hacerlo: me lo confesaron varios de los involucrados en la trama, dos de ellos de gran relevancia, uno fue el propio Sebastián Forza —fui el único que pudo entrevistarlo—; el otro, Gabriel Brito, dueño de la firma Global Pharmacy Service SA.

En buen romance: uno y otro aparecen en la nómina de aportantes pero no pusieron un solo peso.

Ergo, ¿quién puso el dinero? ¿Por qué se fingió que alguien más lo aportó? ¿Tan impresentables son los verdaderos benefactores del FpV?

Según fuentes de la embajada de Estados Unidos, en la campaña de 2007 el kirchnerismo tuvo aportes genuinos, pero mayormente dinero del chavismo venezolano —valija de Antonini Wilson mediante— y el narcotráfico mexicano.

Es plata que aterrizó en el país merced a la gestión de un viejo amigo y socio de Aníbal Fernández: Ibar Esteban Pérez Corradi, a la sazón uno de los mayores protegidos por Néstor y Cristina a través de Ricardo Echegaray y Héctor Timerman.

La trama es tan pero tan obvia, que los peritos de la Corte Suprema de la Nación emitieron un dictamen hace unos meses confirmando por escrito que efectivamente se blanqueó dinero en la campaña de marras.

Los detalles finos, la trama política, la conocen unos pocos: los hermanos Lanatta, Pérez Corradi y el propio Aníbal. Todos ellos, a su vez, involucrados —no casualmente— en el tráfico de efedrina.

Por eso, cobra suma relevancia la fuga que estos protagonizaron a fines de 2015, sobre todo en el marco del pedido de ampliación de indagatoria que había refrendado en secreto María Romilda Servini de Cubría a fines de 2015, a la sazón la misma jueza que decidió en febrero de 2016 “aglutinar” el expediente del triple crimen de General Rodríguez.

Si a esto se suma que los Lanatta purgaban prisión por ser los autores materiales del triple crimen de General Rodríguez, justamente a pedido de Aníbal y Pérez Corradi, todo empieza a cobrar sentido.

No se trata solo de ese hecho, ocurrido en 2008, o de los aportes de campaña, sino de algo más profundo, de una matriz de corrupción y crimen que perduró durante 12 años, bajo la fachada de una supuesta "revolución política".

Forza lo tenía claro y terminó acribillado a balazos. Eso sí, luego de haber aportado —supuestamente— a la campaña de Cristina Kirchner. “Sé que Aníbal Fernández me va a matar”, me dijo en mayo de 2008, meses antes de caer bajo un racimo de balas.

Cuando hice pública esa entrevista, el ex jefe de Gabinete me hizo una querella penal, que se sumó a otra que me había hecho en 2005 por decir que estaba vinculado al oscuro negocio del narcotráfico.

En ambos juicios, salí victorioso y Aníbal quedó con la sangre en el ojo.

Su bronca se multiplicó por mil cuando Martín Lanatta le dijo a Jorge Lanata —valga la cacofonía— a mediados de 2015 que mi investigación había sido impecable y que la justicia me tenía que llamar a declarar.

Los jueces nunca quisieron escuchar mi testimonio y ello explica por qué Aníbal jamás ha sido complicado a nivel judicial. Ello a pesar de que en los archivos de la DEA hay información de sobra que vincula al ex jefe de Gabinete con el mundo de las drogas y el crimen organizado.

¿Por qué nadie jamás dio importancia a esos documentos foráneos? ¿Cómo explicar que se hicieran oídos sordos a las alertas que aportó la agencia norteamericana en 2008 respecto del copioso ingreso de efedrina al país?

El kirchnerismo hizo oídos sordos, una y otra vez. Ello, a su vez, permitió que Aníbal gozara de la impunidad suficiente como para amenazar a los Lanatta y Schillaci, provocando su fuga carcelaria.

Por eso, la triple evaporación que estos refrendaron a fines de 2015, es mucho más que ese hecho en sí.

Es parte de una trama espesa que merece desempolvar viejos expedientes judiciales y antiguos archivos periodísticos, donde se cruzan nombres y fechas, una y otra vez.

Por caso, quien recaudó dinero para la suspicaz campaña de Cristina Kirchner en 2007 fue Héctor Capaccioli, entonces superintendente de Servicios de Salud.

Allí fue puesto por el primer jefe de Gabinete del kirchnerismo, Alberto Fernández, quien a su vez estuvo complicado en una trama por blanqueo de plata años antes: la de Eduardo Duhalde y “Palito” Ortega de 1999, financiada por el cartel de Juárez a través de un personaje llamado Aldo Ducler.

Este último fue quien manejó el errático destino de los evaporados fondos de Santa Cruz, ello a pedido de Néstor Kirchner.

Como puede verse, los nombres se cruzan una y otra vez, en una trama maldita que vincula la explosión del narcotráfico en el país, la tristemente célebre mafia de los remedios y el devenir de puntuales narcotraficantes foráneos. Todo ello coordinado y permitido por poderosos políticos vernáculos.

Por todo lo expuesto… y por mucho más, es necesario este libro. Para unir las piezas de un rompecabezas que hasta ahora nadie juntó. Básicamente, para lograr entender.

Espero que sepan valorarlo, ustedes caros lectores.

 

*Prólogo del libro “La morsa y la fuga” de Christian Sanz, de próxima (urgente) aparición.

El papa Francisco es un verdadero perverso

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Parecía la “gran esperanza blanca”, el hombre que llegaba para remover el avispero del vetusto Vaticano, otrora cuna de grandes escándalos.

Bergoglio llegó allí con un rosario —nunca mejor dicho— de aparentes buenas intenciones.

Sin embargo, más temprano que tarde todo ello se derrumbó cual castillo de frágiles naipes. Las palabras quedaron en eso, palabras. Nada fue llevado a los hechos.

El que me lo hizo notar fue el abogado Carlos Lombardi, quien encierra el gran mérito de contener a las víctimas de pedofilia de la Iglesia Católica argentina.

“El papa Francisco dice una cosa y hace otra en el caso de los abusos; no ha cambiado una sola coma de los procedimientos que permiten que estos ocurran”, me dijo en el contexto de una entrevista para el Post.

A raíz de ese comentario, comencé a prestar mayor atención a los hechos de Bergoglio; no sus dichos, sino las cosas concretas que hizo hasta ahora. Salvo el tópico de su propia austeridad, que pudo verse al principio de su papado, Francisco no refrendó mucho más.

Por caso, en su última visita a México decidió evitar a las víctimas de abusos eclesiásticos. De más está decir que habían pedido encontrarse con él para hacer una suerte de catarsis.

Ergo… ¿de qué sirven sus palabras contra la pedofilia, si luego en los hechos se termina mostrando tan desaprensivo?

Francisco es hipócrita, así de simple. Propugna el famoso “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, dogma tan pernicioso como argento.

Gusta respaldar con su investidura a dictadores de toda talla, incluyendo al ecuatoriano Rafael Correa y el venezolano Nicolás Maduro. Disfruta regalando rosarios a personajes cuestionados como Milagro Sala —acusada de narcotráfico y asociación ilícita, ciertamente— y no pronuncia una sola palabra acerca de Leopoldo López, prisionero político del chavismo.

Eso sí, día por medio pronuncia hermosas homilías contra la corrupción, la codicia y el poder político, que solo quedan en palabras bien intencionadas. La realidad es que nada cambia por los dichos del papa, ni un ápice. Sus proclamas solo sirven para dar títulos a los diarios de todo el mundo. Cada vez menos, por cierto.

Para que no queden dudas respecto de su hipocresía, baste mencionar el caso argentino. Como se dijo, Francisco despotrica contra la corrupción y el dinero mal habido, pero respalda a Cristina Kirchner, quien justamente se ha enriquecido a la vera del poder y aún debe puntuales explicaciones a la Justicia por diversos hechos de peculado.

Se involucra incluso con uno de los hombres más cuestionados de la política vernácula, Guillermo Moreno, a quien le prologará un libro.

Y cuando le toca recibir a Mauricio Macri, lo hace de mala gana, en una audiencia brevísima y con una inequívoca mueca de desagrado. ¿Qué clase de mensaje brinda el pontífice cuando hace algo así? ¿No es un papelón que un papa argentino destrate de tal manera al presidente de su propio país de origen? ¿Cómo entender que le brinde mejor trato a un criminal como Vladimir Putin que a Macri?

Insisto: en los hechos, Francisco demostró ser un hipócrita. Me ha defraudado, no solo a mí sino también a muchos otros que confiaban en que haría la diferencia. Demostró que le gusta cobijar bajo su ala a los corruptos, a los cuestionados; y a los que merecen una chance, prefiere ignorarlos.

Por eso, ya que tanto le gusta citar al premio Nobel mexicano Octavio Paz, el papa debería recordar una de sus frases más célebres: “Dios existe. Y si no existe debería existir. Existe en cada uno de nosotros, como aspiración, como necesidad y, también como último fondo, intocable de nuestro ser”.

La verdad acerca de Stiuso, Nisman y Cristina Kirchner

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De pronto, Antonio Stiuso se convirtió en la fuente de información más confiable del mundo para los periodistas vernáculos.

El tipo que más conoce el arte de mentir, el mismo que supo espiar y engañar para los gobiernos de los últimos 40 años —incluida la última dictadura militar— se reconvirtió de la noche a la mañana en el tipo más creíble de todos los tiempos.

A ver... un día, el exespía más poderoso de la Argentina decidió presentarse ante la Justicia y aseguró que Alberto Nisman fue asesinado por personeros de Cristina Kirchner… y todos le creyeron a pie juntillas. Eso sí, nadie le exigió ninguna evidencia. Ni una.

Su propio abogado, Santiago Blanco Bermúdez, debió salir a aclarar lo que los periodistas no se animaron a decir: "Stiuso no tiene pruebas directas de que a Nisman lo mataron, tiene una interpretación", sostuvo. Del otro lado, puro silencio.

Frente a este panorama, ¿por qué alguien habría que creerle al otrora espía? ¿No es raro que su testimonio aparezca en medio de toda una operación judicial comandada por la jueza Sandra Arroyo Salgado?

Peor aún, ¿quién puede confiar en la palabra de aquel que, no solo mintió para el kirchnerismo durante una década, sino que además espió a periodistas y opositores, “carpetazos” mediante?

Parte de la explicación de por qué muchos creen en las palabras de Stiuso se basa en la necesidad de culpar a Cristina por la muerte de Nisman. Sus acusaciones cuadran justo para quienes ostentan ese deseo. Pero no alcanza.

Soy el más interesado en que la expresidenta purgue prisión por los desaguisados cometidos en su gobierno —por caso, soy su principal denunciante en diversas causas— pero siempre debe ocurrir sobre la base de hechos que eventualmente la involucren.

En torno a la muerte de Nisman, no existe un solo elemento que complique a Cristina. Siquiera hay evidencia concluyente de que el fiscal especial de la causa AMIA hubiera sido asesinado. La propia jueza Fabiana Palmaghini lo admitió hace pocos días, justo antes de “darse vuelta” por motivos aún no del todo claros.

“Los motivos del presunto asesinato que expusieron las querellas dejan traslucir un pensar de los acusadores particulares teñido de subjetividad", dijo la magistrada hace dos semanas. Acto seguido, argumentó que no había pruebas suficientes de que el fiscal haya sido asesinado y rechazó enviar el caso a la Justicia federal.

Insisto, sería fabuloso que se comprobara la trama novelesca que algunos colegas de renombre refieren y que involucra a sicarios del kirchnerismo, pero falta lo básico: evidencias.

Ni siquiera el sentido común permite presumir algo así. Lo básico, por empezar: siendo que Nisman murió entre el sábado por la noche y el domingo por la mañana, ¿por qué recién el domingo por la noche Sergio Berni apareció en el lugar, supuestamente para “limpiarlo”?

Quienes insisten en que el exfiscal fue asesinado dicen que el exsecretario de Seguridad fue quien advirtió a Cristina sobre el hallazgo de su cuerpo. Ergo, la expresidenta se enteró luego de todo un día en el cual el cuerpo de Nisman permaneció sin vida en su departamento. ¿Cómo se entiende entonces que la exjefa de Estado fuera quien lo mandó a asesinar? ¿Suena lógico?

Si a eso se suma que jamás pudo probarse que alguien más estuviera junto a Nisman al momento de su muerte, todo se vuelve más complicado para los adoradores de las teorías conspiranoicas.

Ni qué hablar del hecho de que se comprobó el cuerpo del exfiscal trababa la puerta del baño donde yacía sin vida, por lo cual no pudo ingresar nadie más.

El único elemento que les queda a aquellos que persisten con la teoría del crimen de Nisman es la ausencia de rastros de pólvora en el arma que acabó con su vida. No obstante, no es excluyente.

Raúl Torre, el perito criminalístico más prestigioso de la Argentina, lo explicó de esta manera: “No es clave; cuando esta pericia da positivo, es incontrovertible; pero, si es negativa, no es determinante”.

El especialista ahondó para diario Perfil en la misma cuestión: “Depende del tipo de arma la cantidad de residuo que queda. Si es un arma con la recarga cerrada, de pequeño calibre o con un cartucho de buena calidad, el residuo será mínimo. Hoy todos debatíamos sobre el barrido electrónico y lo cierto es que yo he tenido casos de suicidios donde el resultado no encontró restos. Recuerdo uno de un hombre que se disparó con un calibre 32 y como la mano entró en contacto con un charco de sangre, la prueba dio negativo”, sostuvo.

El único perito de relevancia que insiste con la teoría del homicidio es Osvaldo Raffo, pero es interesado: trabaja a pedido de la exmujer de Nisman, Arroyo Salgado.

Otro especialista, Enrique Prueger lo refutó con sus propios argumentos: "No sé de qué se va a disfrazar (Raffo) para decir que esto fue un homicidio. Entre la página 139 y 145 de su libro Muerte violenta, que es el único libro que escribió de 239 páginas, dice textualmente lo mismo que apareció en el caso Nisman: departamento cerrado del lado adentro, escena ordenada, la víctima sin indicio de violencia".

Más aún: Según Prueger, "el equipo de Raffo cometió dos errores graves: entrar sin equipo de asepsia al lugar y, en cambio, entrar de traje como si fuera una audiencia oral. Los principales contaminadores también eran ellos ahí. Y, además, utilizaron luminol, que no se usa más desde el año 2005 porque afecta la prueba de ADN".

 

Lo que nadie quiere decir

Cuando Antonio Stiuso habla de Nisman, suele mencionarlo como alguien que hizo un gran trabajo en la causa AMIA, enfrentándose a grandes molinos de viento y arriesgando su vida. Sin embargo, ello está lejos de ser real.

Durante los primeros 10 años que ocupó el cargo de fiscal especial, Nisman no hizo ningún avance significativo. Tal es así, que los grupos de familiares de las víctimas del atentado a la AMIA lo reflejaron una y otra vez a través de puntuales comunicados y diversas exposiciones públicas.

Y si acaso alguien sospecha que exista alguna motivación política en esas quejas, solo debe dirigirse al expediente de marras y se sorprenderá por la inacción que sufrió durante una década. No hace falta recordar quién comandaba la investigación.

Y allí es donde todos deberían preguntarse cómo y por qué Nisman llegó a comandar semejante investigación. La verdad, cruda y dolorosa, es que todo fue a pedido de Stiuso, a la sazón el verdadero responsable del parate de ese expediente. Jorge Lanata lo explicó mejor que nadie en 2006:

El fiscal Alberto Nisman tiene serios problemas de memoria; hace algunos días volvió a repetir lo mismo que el año pasado: anunció avances en la investigación presentando sólo información vieja. El año pasado lo hizo con el espectacular descubrimiento del conductor suicida Ibrahim Berro, quien luego se convirtió en radicheta.

Este año repitió su modus operandi solicitando la captura de ocho iraníes por los que él mismo había pedido en 2003, y sin aportar un solo nuevo dato. El 21 de febrero de 2003 el fiscal detective Nisman solicitó junto al ahora ex fiscal José Barbaccia al destituido juez Juan José Galeano la captura de 22 iraníes basándose en información aportada a la causa por el espía Jaime Stiuso.

Vale la pena recordar que Barbaccia renunció luego de haber sido apartado de la causa en la que se le reprochan, entre varias irregularidades, el haber practicado filmaciones ilegales en la fiscalía a su cargo.

Ciertamente, el daño que hicieron Stiuso y Nisman a la causa AMIA es inconmensurable. Más allá del “frizamiento” de la investigación, hay docenas de irregularidades cometidas por ambos.

En tal sentido, no es casual que Stiuso haya sido acusado de desviar la denominada “pista siria” y avanzara en la insostenible “pista iraní”.

No es una cuestión de dogmas o creencias, hay evidencia concluyente contra Siria y ni una contra Irán. Lo dice quien desafió media docena de veces a Nisman a debatir la cuestión, sin éxito.

Sin ir más lejos, en 2007, cuando estaba escribiendo mi libro sobre AMIA, se lo pregunté frente a frente: “¿Por qué usted insiste con Irán si no hay una sola prueba y sí hay muchas contra Siria?”, le dije.

La respuesta de Nisman me dejó perplejo: “Sí hay pruebas contra Irán, pero las tiene la CIA y el Mossad”. Cuando le pregunté si las había visto, me confesó que no: “¿Por qué me mentirían?”, preguntó retóricamente. No hay remate.

Quien fue más sincero al respecto fue el director de Cultura de la DAIA, Moshé Korín, quien me confesó que Israel sabía que Irán era inocente, pero que lo necesitaban como culpable por su antijudaísmo explícito.

A pesar de la vasta evidencia acopiada, aún hoy, muchos periodistas siguen difundiendo las tres mentiras básicas del atentado a la AMIA: que fue un desprendimiento de la pelea entre árabes y judíos en Medio Oriente, que hubo un coche bomba que estalló en la puerta de la mutual israelí y que los culpables son iraníes.

En realidad, quienes impulsaron esas falacias fueron jueces como Juan José Galeano, fiscales como Mullen y Barbaccia —y posteriormente Nisman— y exespías de la otrora SIDE, principalmente dos: Miguel Ángel Toma y Antonio Stiuso.

Lo cierto es que, gracias al desvío de la investigación, este último se granjeó el cariño y la confianza de la CIA y el Mossad, como es de público conocimiento.

En esos días de 2004 llegó Nisman, puesto por Néstor y Cristina a pedido de Stiuso; y todos fueron felices. Repentinamente, el kirchnerismo debió cambiar su propio discurso respecto del tema AMIA.

Cristina, quien se cansó de arengar contra los sirios en los días en los que presidía la comisión que investigó los atentados en Buenos Aires, viró su postura radicalmente luego de un viaje relámpago a Estados Unidos: el nuevo culpable era Irán.

A cambio, el gran país del norte ayudó a la Argentina en las operaciones de canje de deuda realizadas en 2005 y 2010, quita mediante.

En esos días, Stiuso no tenía quejas sobre Cristina; y Cristina no tenía quejas sobre Stiuso. Todo lo contrario: el kirchnerismo utilizaba sus servicios para “apretar” a opositores, jueces y periodistas, “carpetazos” mediante. Y todos avanzaban juntos en pos de desinformar sobre el atentado a la AMIA.

Como dice el dicho, “una mano lava a la otra, y las dos lavan la cara”. Stiuso aportó sus servicios y pidió a cambio algunos favores: la designación de Nisman fue solo uno de ellos; también gestionó que la entonces esposa del fiscal hoy muerto, Sandra Arroyo Salgado, fuera designada jueza Federal de San Isidro, aún cuando no tenía los antecedentes necesarios para ocupar el cargo.

El kirchnerismo cumplió con todos sus pedidos y refrendó lo que pidió el exespía. Incluso hizo la vista gorda a los grandes negociados de Stiuso, que supieron involucrar el tráfico de drogas y el lavado de dinero.

Finalmente, todos terminaron beneficiados. Nisman planchó la causa AMIA, Arroyo Salgado persiguió judicialmente a periodistas y opositores del kirchnerismo; y Stiuso hizo lo que mejor sabe hacer… no hace falta repetirlo, ¿o sí?

Todo lo antedicho permite entender el contexto de lo que sucede en estas horas, donde pareciera que buenos pelean contra malos y, en realidad, pelean malos contra malos. Nadie zafa.

Lo arriba mencionado explica el porqué de las rimbombantes denuncias de Arroyo Salgado, la reaparición del oscuro Miguel Toma y la extensa —y repentina— “confesión” de Stiuso. Todo es una cuestión de intereses personales.

Dicho sea de paso, el otrora súper espía jamás explicó por qué nunca devolvió los llamados que le hizo Nisman horas antes de aparecer muerto.

Como sea, los medios demostraron, una vez más, su incapacidad a la hora de informar con responsabilidad. Se dejaron llevar por la pasión de lo que pareció una buena historia, aún cuando no existan elementos para sostenerla.

No es la primera vez que ocurre: el caso Candela Rodríguez, el triple crimen de General Rodríguez, la desaparición de la familia Pomar, e incluso la investigación AMIA, fueron algunos de los hechos que los medios cubrieron de manera irresponsable sin luego pedir disculpas.

El escándalo Nisman/Stiuso será solo uno más.  Se ve que Paul Watson tenía razón al final: "Todo el mundo es hipócrita. No puedes vivir en este planeta sin ser un hipócrita".

Aníbal y la droga… ¡ya salió el libro!

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A principios de este año, decidí escribir un libro de investigación sobre Aníbal Fernández y sus vínculos con el narcotráfico. Muchos motivos me llevaron a impulsar este nuevo proyecto, principalmente tres:

1-Mi último libro fue publicado en 2009… ya pasaron muchos años.

2-Quería ahondar en la triple fuga que protagonizaron a fines de año pasado los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci, todos ellos otrora sicarios del exjefe de Gabinete de la Nación.

3-Aníbal es un viejo enemigo mío, no solo me hostigó durante los vastos años del kirchnerismo, sino que además me inicio dos querellas penales por calumnias e injurias, una en 2005 y la otra en 2009. La primera fue por vincularlo con el narcotráfico; la segunda, por relacionarlo con el triple crimen de General Rodríguez de 2008.

Por todo lo antedicho, me sentí en la responsabilidad de contar todo lo que sabía, lo que había acopiado durante años sobre su persona, respaldado en dos docenas de entrevistas y documentos ad hoc. ¿Quién, sino yo, podía contar esta trama?

En una semana escribí todo un libro, con todo lo que ello implica. Quiero decir, es posible que le falten algunas precisiones. Sin embargo, lo sustancial está allí, con nombres, fechas y hechos concretos.

Se trata de una investigación que demuestra los vínculos entre el triple crimen, la mafia de los remedios, la ruta de la efedrina y los aportes de campaña de Cristina Kirchner del año 2007.

Ciertamente, la dificultad no fue escribir este libro, sino lograr que a alguna editorial le interesara. La mayoría no quiso aventurarse en editar mi obra, argumentando diversos motivos, principalmente que hoy las ventas están deprimidas y que solo publican a autores reconocidos. No hace falta aclarar que no entro en esa categoría.

Las únicas dos firmas que se mostraron interesadas —peor es nada, ¿no?—, me ofrecieron un porcentaje de ganancia muy bajo: entre el 7 y el 8% del valor de tapa del libro. Obviamente, rechacé el convite, aún cuando tengo claro que nadie paga más del 10% de ganancia (toda una estafa, pero eso lo comentaré en otra nota).

Por ello, decidí hacer mi propia edición, en principio en formato digital y, en cuanto pueda, en formato papel.

Tuve la suerte de vender varios ejemplares el primer día, hazaña que agradezco al mejor portal de venta de libros online: Bajalibros.com. Ellos se ocuparon de todo, incluido el diseño de tapa del mismo.

Como sea, estas líneas son para intentar convencer a ustedes, caros lectores para que compren mi investigación. Es muy económica, apenas $100. Para hacerlo, solo deben hace clic acá. Y lo pueden pagar de la manera que les plazca.

Sepan que, al hacerlo, no solo están adquiriendo una obra que les va a abrir la cabeza —y les permitirá entender puntuales tópicos acaecidos durante el kirchnerismo— sino que están ayudando al periodismo independiente.

Los saludo, les agradezco de antemano y les pido que me hagan llegar sus comentarios luego de que hayan leído mi investigación. Me servirá para pulir mi trabajo profesional.

Desde acá se puede comprar el libro “La morsa y la fuga”.

“La morsa y la fuga”... nuevo anticipo

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Les regalo un nuevo anticipo (será el último) de mi libro “La morsa y la fuga”. Ya saben: si quieren comprarlo pueden hacerlo acá.

Mientras tanto, pueden deleitarse con las “palabras finales”, el colofón del libro, para que les de ganas de adquirirlo ya mismo:

Escribir este libro me llevó una semana, el mismo tiempo que le llevó a Dios hacer el mundo… bueno, eso al menos dice la Biblia.

El logro que representa esta obra es mucho menos ambicioso que el que menciona el mamotreto sagrado de los católicos, desde ya, pero representa un paso más en el entendimiento de lo que supo ser una mafia “impermeabilizada” por el entonces poder político del Frente para la Victoria.

Todo es parte de lo mismo: remedios adulterados, tráfico de drogas, contrabando de efedrina, triple crimen de General Rodríguez y aportes de campaña de 2007. Todo está ahí, son piezas de un mismo rompecabezas, que en estas horas intenta ser armado.

¿Cuánto llevará hacerlo? Depende de la voluntad de la justicia y el respaldo que pueda brindarle el Poder Ejecutivo. Lo que está claro es que se trata de un camino sin retorno: más temprano o más tarde, todo se sabrá.

El principal actor de todo este culebrón es Aníbal Fernández, ello ha quedado claro. No obstante, debe tenerse en cuenta que se trató del funcionario público con más poder y protección de la última década.

No ocupó cualquier cargo, sino el de jefe de Gabinete, el tercero de mayor relevancia luego del de presidente y vicepresidente de la Nación. Ergo, todo lo que hizo, fue bajo la protección de Néstor y Cristina Kirchner. En ese contexto, ¿no tuvieron ambos acaso una suerte de responsabilidad por “carácter transitivo”?

Como dije, escribí este libro en una semana. Fue un trabajo arduo, con pocas horas de sueño y mucho café de por medio.

No precisé mucho más: vengo investigando —y denunciando— al kirchnerismo desde que llegó al poder, en 2003.

Por caso, la primera querella penal que me hizo Aníbal fue en 2005, luego de que lo vinculara con varios episodios de tráfico de drogas. En esos días, Clarín y otros medios que hoy se muestran críticos del kirchnerismo, vivían una interminable luna de miel para con Néstor y Cristina.

Finalmente, le gané ese juicio a Aníbal; y otro más que me hizo en 2009, este último por vincularlo con el triple crimen de 2008. Esas victorias me dan alguna “chapa” a la hora de escribir esta obra, más aún cuando uno de los condenados por los asesinatos de Forza, Ferrón y Bina —Martín Lanatta— terminó admitiendo que mi investigación al respecto era “impecable”.

No tengo mucho más que decir, apenas la esperanza de que este libro ayude a terminar de echar luz sobre un período negro de la Argentina.

Tal vez no sea mucho lo que se pueda avanzar, poco importa realmente. Como dijo alguna vez la Madre Teresa de Calcuta, "a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota".

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